Género y EFI

La existencia del género se atribuye a la existencia misma de la humanidad, por ejemplo, la biblia que es un texto al cual se adscriben mucha gente acorde a su “religiosidad” menciona: “No permito que la mujer (..) ejerza autoridad sobre el hombre, sino que esté en silencio. Porque Adán fue formado primero” (1 Timoteo 2:12, 13), según este texto de ficción, fue Eva quien incita a Adán a comer de la manzana del árbol del conocimiento del bien y el mal, menciona que un arca salva a los animales de un diluvio, hace que un padre mae a su propio hijo y que el hombre hace nacer a la mujer desde su costilla, culpándonos desde la “religiosidad” de nacer en pecado, solo por tener vagina al momento de nacer, siendo que somos las hembras quienes gestamos en nuestros vientres, y que una mala persona trasciende de un sexo, fue el mismo patriarcado que crea la doctrina del género así oprimirnos y controlarnos.
Un hecho meramente biológico, inamovible e históricamente binario, dicotómico desde los sexos, se enlaza inmediatamente el sexo al género sin consulta previa, esta mezcla indisoluble confunde el origen de cada concepto (hembra/macho, femenino/masculino), justificado desde la primitividad del ser “natural”, y dándole una característica peyorativa y “aberrante” a las personas que no tienen concordancia entre sexo, género y tendencia sexual, entendiendo lo femenino un contrapuesto del masculino, con un rol reproductivo que se extrapola con el tiempo a una violencia sistemática y a un rol secundario  en lo social, porque “la fuerza especial de la sociodicea masculina procede de que acumula dos operaciones: legitima  una relación de dominación inscribiéndola en una naturaleza biológica, que es en sí misma una construcción social naturalizada” (Bourdier, 1997) donde el hombre crea una sociedad y cotidianidad que se acomoda a sus propias necesidades y realidades, dejando a la mujer, disidencia sexual y géneros no binarios, fuera.
  Las mujeres como un “artefacto” o un inmueble, de  acompañamiento y ayuda en los mal llamados “quehaceres domésticos” (trabajo no remunerado), siendo el más importante: la crianza de la descendencia, la semilla del gestor, generando un vínculo amoroso e íntimo con hombres y adquiriendo reducido poder en esta entrega y en lo que puede dominar dentro del espacio del hogar y la vida sexual, sin embargo la violación en el matrimonio era un acto normalizado y respaldado por la ley, “los dominados aplican a las relaciones de dominación unas categorías construidas desde el punto de vista de los dominadores, haciéndolas aparecer de ese modo como naturales. Eso puede llevar a una especie de autodepreciación, o sea de autodenigración sistémicas, especialmente visible, como se ha comentado, en la imagen de las mujeres de Cabilia entienden de su sexo como algo deficiente y feo, por no decir repugnante (o, en nuestro universo, en la visión que muchas mujeres tienen de su cuerpo como inadecuado a los cánones estéticos impuestos por la moda), y, más generalmente, en su adhesión que el dominado se siente obligado a conceder al dominador (por consiguiente, a la dominación) cuando no dispone, para imaginar la relación que tiene con él, de otro instrumento de conocimiento que aquel que comparte con el dominador y que, al no ser más que la forma asimilada de relación de dominación, hace que esa relación parezca natural.” (Bourdier, 1997) a lo que Virginia Wolf podría agregar “Es obvio el que los valores de las mujeres difieren con frecuencia de los valores creados por el otro sexo, y sin embargo son los valores masculinos los que predominan” naturalizando y justificando la violencia sistemática, invisibilizaciones y desigualdad del cotidiano.
Los hombres son “portadores de la calidad universal de persona que trasciende del cuerpo” (Butler, 1990) siendo el sujeto jurídico validado en la sociedad, como los patricios en Roma, y desde antes. La mujer, por su lado no es desconocida como “humano”, pero con un actuar limitado, dentro de los rangos que el hombre es parte, se le dictamina un rol por el cual es duramente juzgada, relegada al espacio íntimo del hogar, esta realidad limitada mental y objetivamente tanto por los derechos y posibilidades de crecimiento, como adquisiciones materiales, configuran una libertad de acción en una sociedad capitalista desigual y patriarcal, formando ambos sexos parte de la misma odisea de dominación, criadas en una sociedad que pareciese odiar a las mujeres por su mera condición de ser mujer y no se cuestiona lo impuesto, hasta que ocurre algo trascendental que remece, como un femicidio o una injusticia, que molesta como sociedad, que avergüenza y, por fin, le damos la palestra necesaria para vagamente problematizar, porque desde el nacimiento “se realiza una transformación profunda y duradera de los cuerpos (y de los cerebros), o sea, en y a través de un trabajo de construcción práctica que impone una definición diferenciada de los usos legítimos del cuerpo, sexuales sobre todo, que tienden a excluir del universo de lo sensible y de lo factible todo lo que marca la pertenencia al otro sexo- y en particular todas las virtualidades biológicamente inscritas en el “perverso polimorfo”, que es, de creer a Freud, cualquier niño-, para producir ese artefacto social llamado un hombre viril o una mujer femenina.” (Bourdier, 1997), siendo el género una imposición que un cuerpo, sin poder de determinación sobre sí mismo, acepta, toma y encarna, este género como estipulación de deberes, formas y acciones dentro de una sociedad meritocrática, que se conforma con lo masculino y femenino cada uno con un rol de contraste pudiendo asociar los componentes del mundo como femenino por un lado y masculino por el otro.
Esto tiene que ver con la concepción de que “el lenguaje crea (o genera) realidades” principio de la neurolingüística, donde se entiende que el emisor del mensaje puede dar una interpretación limitada a las palabras dependiendo de su comprensión del mundo, que es impuesta, incuestionable e inamovible en muchos casos, sus vivencias anteriores, su aprendizaje previo y palabras que conoce.
Este orden entre la concepción de género y sexo, que se establece y ocurre dentro de una sociedad por el lenguaje, la cultura, la clase, la etnia, la familia y las diversas divisiones que parcelan aún más las relaciones humanas, nos dividen y dificultan el efectivo ejercicio de la ciudadanía, se embarca dentro de una concepción tácita de lo que es en sí esta dominación masculina, que ha sido perpetuada en la historia y avalada por la ciencia y la interacción de los géneros por el hombre y que arroja una realidad subjetiva sobre el sexo y género abriendo paso a los prejuicios.
Primero la vida sexual es parte del espacio íntimo del sujeto, mientras que el género el espectro visible que se desea mostrar, es como, dentro de la iglesia podemos encontrar hombres que visten de blancos y puros vestidos, al igual que sus discursos y pregonaciones, mientras que cometen aberraciones sexuales contra menores de edad, este es un claro ejemplo donde no se condice la imagen del género con la sexualidad, género que se mostraba masculino “cis” y asexuado, esta es la imagen del prejuicio que deseo expresar, debido a que la persona se muestra capacitada para recibir toda la confianza y responsabilidades de cuidado frente a lo más preciado que tiene una sociedad: sus hijas e hijos. En este proceso, sin embargo, más que dejarse llevar por prejuicios de la embestidura católica, la ropa o la clase social, debiese ser consciente y fiscalizar al dar estas responsabilidades por la competencia por sobre la moda.
Además, de este mismo prejuicio, podemos desprender una extraña afición sexual y social de las personas por conocer la orientación sexual a profundidad del otro, el espacio íntimo y sexual de la otredad como algo público, llegando a generar incomodidad con los cuerpos no binarios, indefinidos o ambiguos, de quienes simplemente no desean abrir este aspecto de sus vidas a la vía pública, muchas veces el humor tiene una base sexual y empapa el inconsciente colectivo incitando el abuso y denigración, siendo tan aberrante que incluso la necesidad para la estabilidad emocional y mental propia dentro de la norma patriarcal establece que la individua debe condecir su sexo y género de manera perfecta, efectiva y demostrable, haciendo que muchas personas se casen para aparentar una vida heterosexual “normal”, mientras quienes escapen de dicha regla han sido tildadas de “aberraciones, abominaciones, mentes retorcidas” en la historia.
Por ello, y constantemente, la cuarta ola del feminismo se refiere a una metapolítica, como una construcción variable y móvil de la identidad incluso indefinible y personal, ya que al concebir al hombre como el sujeto libre y universal, es también aceptar a la mujer como ser dominada por esta masculinidad y entenderse como el sujeto oprimido “demuestra que la “representación” tendrá sentido para el feminismo únicamente cuando el sujeto de las “mujeres” no se dé por sentado en ningún aspecto” (Butler, 1990), la liberación, por consecuente de la mujer, debe liberarla del régimen impuesto jerárquico que establece la sociedad preconcebidamente y donde somos seres de segunda categoría.
 “El hombre es un ser social por naturaleza” Aristóteles (384 a.c – 322 a.c), con ello se refería a que cada persona desarrolla su personalidad individual a lo largo de su vida, pero que necesita de la co-existencia para ser una persona, sin la existencia de éste en sociedad, no habría una concepción y la relación con el medio sería diferente: no sería un ser humano propiamente tal, solo un homo sapiens.
Un caso ejemplar en nuestro territorio Chileno es el de Corina Lemunao, conocida como la mujer gallina de Lonquimay, existe el registro del caso con un video en YouTube de la transmisión al aire de la noticia (sandoval, 2011), Corina creía ser gallina al haber sido obligada a vivir con ellas desde su infancia, evidentemente se le asociaron enfermedades mentales a su condición, pero hay casos como este en diversas partes del mundo, donde el ser humano se comporta y actúa dependiendo de lo que haya aprendido, ya que ese es su mundo, su margen de la realidad y la existencia, somos como una especie de papel en blanco y nuestra primera forma de aprendizaje es la imitación, somos resultado de una herencia cultural impuesta que jamás cuestionamos, en donde el hombre occidental caucásico de clase media/alta y heterosexual domina el orden social, el lenguaje efectivamente genera realidades, y tal como las genera, las puede modificar dependiendo exclusivamente de las disposiciones que como sociedad consciente tengamos en acuerdo.
“¿Existe “un” género que las personas tienen, o se trata de un atributo esencial que una persona es, como lo expresa la pregunta “¿De qué género eres?” Cuando las teóricas feministas argumentan que el género es la interpretación cultural del sexo o que el género se constituye culturalmente, ¿cuál es el mecanismo de esa construcción? Si el género se construye, ¿podría construirse de distinta manera, o acaso su construcción conlleva alguna forma de determinismo social que niegue la posibilidad de que el agente actúe y cambie? ¿Implica la “construcción” que algunas leyes provocan diferencias de género en ejes universales de diferencia sexual?” (Butler, 1990) Entonces, ¿decidimos ser mujeres u hombres, así como decidimos ser parte y construir para esta sociedad capitalista y patriarcal que se forma a través de las desigualdades y la competencia?
La educación sexual y de género por sí sola no nos ayudará a entender que vivimos bajo un régimen establecido de orden social, que nos determina desde seno familiar a las subjetividades de intereses o diferenciaciones que vuelven vulnerable a cada sujeto, sino el análisis más profundo de un feminismo sociocrítico pedagógico. Como el género es una concepción social móvil, tiene la capacidad de ser modificada, con el lenguaje y su empleo, en un plano estrictamente racional, podríamos generar un mundo con realidades sociales y comunitarias radicalmente diferentes al individualismo presente, haciendo los cambios culturales necesarios y no afectar las sensibilidades o comodidades de todas y todos, para ello es crucial la voluntad del sujeto desde lo individual al colectivo, desde un empoderamiento y conocimiento crítico de lo que discute, afirma, defiende, vive y lo que desea derribar y construir, que en este caso serán las reproducciones de discursos, formas, manifestaciones y situaciones que vulneren tanto a las mujeres como a la disidencia sexual (entiéndase a toda la diversidad de género que no se siente representada con el género binario y con una sexualidad heterosexual cerrada), debido a que si somos todos parte de la reproducción y generación del modelo, también somos poseedores de detenerle, el progreso debe ir de la mano con que esta producción y generación se perfeccione, que hoy en día mujeres, diversidades sexuales y de género, como inmigrantes, pobres, niñas, niños, adolescentes y las personas con capacidades “diferentes” que se escapan de la norma, dejen de ser estigmatizadas/os socialmente, deben dejar de ser víctimas y accionar, para que sus oportunidades de progreso, ascensión social, mérito, trabajo, por consecuente una calidad de vida mejor por la libertad de acción que concede el capital monetario, sean iguales a las del hombre occidental caucásico heterosexual de clase media/alta.
Esto no tan solo implica un esfuerzo en conjunto social universal, sino que mantener esta discriminación estanca y determina la medida del progreso colectivo y universal como mediocre, ya que mantiene individuos que generan costos, más que beneficios al sistema, es absurdo de perpetuar debido a su coste, coste económico y moral, la desigualdad mundial es tan desesperanzadora y  proporcional con la necesidad de regular un piso mínimo de derechos que asegure el bienestar de toda y todo ciudadano, según sus propias potencialidades, la maquinaria que es la sociedad, para que funcione respectivamente debiese tener los mejores engranajes, pero la corrupción predomina, acabar con todas estas jerarquías obsoletas es tarea de la educación y el trabajo práctico de las y los agentes de cambio y finalmente de todos.  
            Chile es un país que sufre de sobre alimentación y sedentarismo, el rol de la y el docente de educación física es crucial si logra transmitir el espíritu de amor a la actividad física desde la honestidad, a la existencia, al planeta, a la vida, el respeto por y para una y uno mismo, la protección de nuestra creatividad y conexión con nosotras y nosotros mismos con la actividad física planificada para contribuir a la salud y al bienestar,  para ello es absolutamente necesario entender que no “tenemos” un cuerpo, somos un cuerpo, erradicar las practicas sexistas dentro de la práctica educativa, promocionar la participación de toda la comunidad, entendiendo la diversidad de intereses, dejar de limitar la actividad física a los cuerpos más aptos para la competencia, rivalidad, a los deportes, incentivar el juego, el deseo personal y modificar el currículo las veces que sea necesario a las necesidades que el alumnado tenga, abriendo el campo por sobre la dicotomía de géneros, sobre las barreras mentales, hacia la diversidad y gama de actividades y espectros, entiéndase que siendo mujer u hombre puede ser entretenida, o no, la competencia, la expresión creativa de la movilidad, el juego, los circuitos y un sinfín de actividades.
El problema de la educación sexista radica en la normalización e higienización de las personas a través de la educación física imponiendo un modelo estructurado y rígido en la clase, que se basa en actividades que debe realizar todo el grupo de
manera uniforme, sin un diálogo o interacción que respete los intereses y necesidades de la diversidad, sino que busca homogeneizar y mecanizar la realización de una tarea con un fin competitivo, incluso adoctrinando a través de actividades de mando directo, atrofiando la creatividad, intereses y motivación de las y los estudiantes, ya que por más necesidades que expresen se hace oídos sordos a las posibles modificaciones, por miedo a perder el trabajo, por no ajustarse al currículum, justificando “valores”, el deporte, juegos y actividades como “recreacionales”. Sin hacer el análisis sobre la alimentación de la competencia, agresividad, inseguridades, sin tomar las consecuencias que esto genera.

¿De qué me sirvió la clase de EFI para mi vida?, lo que se propone en el siguiente trabajo es un cambio radical del paradigma comúnmente empleado para las clases de educación física, que intenta romper con los patrones que normalizan y estandarizan la educación, para convertirla en una herramienta de entretención y que nutra la diversidad de espíritus humanos, manteniendo un esquema base, que se base en una justificación contundente que rompa con los cánones y explique cuestiones que valoren la actividad física propositivamente, como que somos un cuerpo, que por lo que nos alimentamos, por la actividad que realizamos durante el día, por las relaciones que entablamos, sentimos, pensamos, crecemos, la importancia de la relación de nosotras con el medio ambiente, el sentir desde la corporalidad, aprender a respirar, comer, caminar, desde el sentir, aprendiendo los músculos que ocupamos, los procesos físicos, químicos y biológicos que ocurren desde el lanzamiento del balón hasta cuándo vamos al baño, cuestiones a las que no les ponemos interés como es el color de la orina para saber si estamos hidratadas, o saber que seguramente si tenemos dolor de cabeza es porque estamos deshidratadas, cuestiones que sí serán útiles para nuestra vida y harán que la clase de educación física tenga un valor trascendental y genuino.

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